Desde los 13 años supe que no viviría en la casa de mi madre hasta los 30. Y en diciembre del 2006 decidí (ayudada por algunas cuestiones) alquilar un departamento con una ¿amiga?
Me había reencontrado con mi ¿amiga? un año antes y comenzamos a pensar en la posibilidad de compartir una casa por causas diferentes. Sería iluso no reconocer que nos elegimos por cuestiones más prácticas que emotivas, pero aun así había armonía y alegría por el nuevo proyecto.
Empezaron los preparativos, la compra de los clasificados, la búsqueda por dueño directo a las 8:00 AM del domingo, el contrato, las compras, las cajas, las cintas de embalar, etc.
El día de la mudanza estábamos radiantes, subiendo todos los muebles y las valijas por el pequeño ascensor. Cuando los familiares ya se habían ido y se cerró la puerta por primera vez sentimos una alegría incomparable con todo lo conocido.
Todo salía de maravillas, el depto estuvo de punta en blanco en pocas horas y allí estábamos Nu y Eve estrenando mate en nuestro hermoso nuevo living.
El estreno de la independencia inmobiliaria fue en enero, con lo cual, se sumaba toda la felicidad de las vacaciones, el calor y las fiestas. Fue en una de esas fiestas en donde mi ¿amiga? conoció a un muchacho que la invito un trago. Su mirada cómplice me indicaba que quería irse con el, y por supuesto así fue.
Cuando llegue a casa no había nadie, me dedique a disfrutar del silencio y dormí plácidamente hasta la mañana siguiente. Un rayo de sol me despertó. En pijama de verano me levanté y noté que mi ¿amiga? no estaba en su cama. En el trayecto de la habitación a la cocina escucho voces, y allí estaban los dos en el living, tirados en una improvisada cama, él en cuero y sonriéndome, ella en babydoll y sonriéndome.
Esboce un tímido saludo (nótese que suele incomodarme que un completo desconocido me vea en pijama veraniego) y volví al cuarto.
No dije nada al respecto, supuse que era un detalle, no una regularidad en el actuar de mi ¿amiga?
Grave error. Aquello fue solo una muestra gratis de todo el vademécum que vendría.
Una semana después, mi ¿amiga? comienza un romance con otro chico. A la segunda semana de noviazgo ya estaban pensando de que color sería el perro labrador que comprarían para la casa de campo, cuando se casarían, como se llamarían sus hijos, en que obra social se anotarían, etc.
De madrugada, en la cama, los mensajes de texto sonaban cada 3 minutos reloj. Cada texto que llegaba era un nuevo “¡Que diviiiiiiiiinooo, mira lo que me pusssoooooo!? Y mi estoica sonrisa seguía manteniéndose, aun siendo la 1 de la mañana y aun leyendo cosas del estilo “Si el mar se reflejara en tus ojos como perlas…”
Tercer semana de noviazgo y primer problema en puerta:
Toma 1. Personajes: Nu (mi ¿amiga?) / Eve (Yo)
Nu
-Che...sabes que te quería preguntar…Viste que mi gordo tiene un examen la semana que viene, y vive lejos de la facu.. ¿Todo bien si le doy un juego de llaves para que se quede estudiando en casa?
Eve
-¿Perdón?-
Nu
-Eso…que vos te vayas a trabajar y el se quede acá, con la llave y después cierre cuando se va-
Eve
-¿A vos te parece normal que un chico al que conoces hace tres semanas se quede en nuestra casa con la llave?-
Nu
-No es cualquier chico, es mi novio.-
Eve
-De tres semanas...-
Nu
-Bueno Eve..no tiene nada de malo.-
Eve
-Vos me estas preguntando si se lo podes ofrecer, o ya se lo ofreciste y ahora me estas consultando?-
Nu
…
Eve
-Genial..eso es lo que me imaginaba.-
Nu
-Creí que dirías que si-
Eve
De ninguna forma aceptaría que le des la llave para que se quede en nuestra casa mientras no estamos. (o se casaron y yo no me enteré???)
Nu
…
Ok. (Con cara de mexicana malvada en novela de Thalía)
Toma 2. Llego a casa con mi mama, que venia de visita por segunda vez. En el ascensor nos encontramos con mi ¿amiga? y el novio. Cara de Aspirineta para todos. “El es mi novio” dice orgullosa Nu.
Ya en el living, sirviéndole un café a mi mama notamos con estupor que el novio, sin ningún reparo, toma una toalla, entra al baño, se ducha y sale como el dueño de casa pidiendo un peine.
Internamente trataba de decirme que esto se solucionaría, que no afectaría el proyecto, y demás paparruchadas.
Cenamos los tres: Nu, Eve, y el novio de Nu. El simpático muchachito jamás atino a ayudar con un plato, ni con los preparativos de la comida, ni con sacar la mesa, ni nada. El humo comenzaba a salir de mis orejas como pava chifladora. Aunque pensándolo bien, mas que en pava, me había convertido en mueble. Me encerraba en el cuarto a dormir apenas terminada la comida cual hija de 6 años de madre divorciada con novio nuevo.
El enamorado se quedaba aproximadamente 4 veces por semana a dormir y comer en nuestro dulcísimo hogar (de dos ambientes, no de cuatro) y no conforme con todos los servicios prestados, contrató también el servicio de lavandería. Allí estaba yo, frente a sus camisas blancas de trabajo esperando en el lavarropas con nota incluida de su insufrible novia diciendo “Linda, porfa, cuando pongas el lavarropas lava también las camisas”
No quería convertirme en material de escritura del próximo capitulo de Mujeres Asesinas pero el panorama no ayudaba.
Mi reacción la cuento al finalizar los comentarios. ¿Que hubieran hecho ustedes en mi lugar?