Curitas

Nada de pastillas. Ni cremas milagrosas. Ni reposo. Ni libros de autoayuda comprados en las librerías de la Av. Corrientes . Ni sesiones extra de terapia. Nada de eso calmaría mi tristeza por la nueva desilusión que me tocaba vivir. Lo sabía perfectamente. Algo debía hacer, pensé en tomarme el día libre, sin ir a la oficina, pero lo descarte porque de esa manera tendría mas tiempo para pensar y eso , en ese momento, no me ayudaría. Pensé también en dejar que fluya esta sensación, que salga para afuera , sin hacer nada planificado, con la esperanza de que se me pasaría solo. También tuve la intención de llamar a alguna amiga de esas que siempre están para salir a tomar algo, a cenar.

En medio de este debate conmigo misma y sin planificarlo llego mi calma…. Una guitarra, unas copas de rico vino tinto, velas, música. El empezó a tocar su guitarra y a cantar bajito, sus ojos le brillaban y los míos se empañaban de lágrimas que brotaban inevitablemente. Una canción, y otra, y otra mas. Cada nota se metía en mi , cada palabra escrita vaya una a saber para quien de esas canciones de su autoría me llegaban al corazón y de a poco lo sanaban. Sin quererlo, empecé a sonreír, mientras me secaba las lágrimas, y mi sonrisa cada tanto se encontraba con la suya.

A veces uno hace cosas por o para otro sin dimensionar lo que representan para el otro…


Terminamos cantando juntos , y después de un abrazo profundo , muy profundo… se fue, dejándome acostada en mi cama, serena y frágil.

Y pensar que hasta ese día, no creía en los ángeles…